Escucho tus palabras
cómo llegan a retazos,
suaves y blandas.
Resbalan por mis hombros
cada vez que te acercas,
hasta morir en las manos,
tus abrazos.
Aparecen silencios largos
que dejan pasar,
después,
a las palabras
...otra vez....
Pero no.
No.
Yo no veo verdad.
Sólo encuentro sonidos
manchados
con una cierta opacidad
que deja que me envuelvas con
tus risas
una vez y otra más,
pero que impide que te crea lo
que insistes en mostrar:
esa absurda comunión entre
necesidad y amistad.
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